Sabemos de la admiración popular a grandes narradores de historias dibujadas. Enseguida aparecen en la mente de los cultores de las historietas dos o tres nombres. Dependiendo de la formación y la época pueden ser de habla hispana o inglesa, hasta japonesa. Para los argentinos la lista de nombres es numerosa. Guionistas que pueden contar historias de época, de fantasía, policiales, de ciencia ficción y aventuras. Oesterheld, Trillo, Balcarce, Barreiro, Ray Collins, Morhain… pero hay uno que llegó más allá. Escribir un cuento es una proeza, un guión de historietas un desafío, es un campo con sus propias reglas que décadas atrás nadie había examinado.
Robin Wood, el nombre es real como él ha aclarado en varias ocasiones, alcanzó con sus historias a gente de cualquier clase social en Argentina y varios países más. Sus personajes son conocidos por toda una generación. Nippur, Dago, Mark, Gilgamesh, Dax, Dennis Martin, El Cosaco, Mi novia y yo, Pepe Sánchez, Jackaroe, Or-Grund, Mojado, Savarese, Morgan…
Cuando cerró Editorial Columba, Wood continuó dando vida a sus personajes en Europa. Recibió premios que incluyen el Yellow Kid, el Oscar de las historietas.
¿Y en Argentina? ¿Fue distinguido alguna vez? Desde sus miles de fans, claro. Algunos le han puesto a sus hijos nombres de sus personajes. Hay un grupo en la web llamado Woodiana.
Pero la Distinción de Personalidad destacada de la cultura fue aprobada en Junio en la Legislatura Porteña. El motivador de esta propuesta fue el Diputado Daniel Lipovetzky, un fanático declarado de la obra de Robin Wood a quien considera un maestro de la ética a través de la historieta. Necesaria, hoy y siempre, para la cultura y la educación de los niños. Y es cierto, todos los que leímos esas historias recordamos la nobleza de los protagonistas.
Javier Rago, a quién estoy por siempre agradecido, me invitó a la ceremonia en el Salón Dorado de la Legislatura Porteña. Allí, Robin Wood contó un poco de su vida y anécdotas varias con buen humor. Entre los presentes había montones de amigos y creadores históricos. Familiares de los fundadores de Columba. Dibujantes compañeros de Robin como Mandrafina, Dalfiume, Marchione. Amigos de grupo Woodiana que tuve el placer de conocer en persona. Juan Carlos Massa, Nieto, Jorge Pérez Perri y su señora. Felipe Ávila, infaltable. La primera dibujante de historietas, Martha Barnes con quien tuve una deliciosa charla. Un Encuentro con sabor a reencuentro.
En el hall de entrada podían verse algunas páginas de las conocidas historietas. Es algo muy bueno que comiencen estos reconocimientos a gente que ha trabajado duro y sin cesar desde atrás del telón de los autores, esos nombres que son solo una firma al comienzo de una revista, pero que uno al ver tantas veces no puede ignorar. Robin Wood existe, es real y vive. Es cultura y es tiempo que lo bueno sea valorado.
Dedico esta reseña a Jorge Jiménez Lozano, Oso, a quién conocía de vista. Con quién conversé varias veces y me presentaron más de una vez por coincidir en un evento. Un tipo que emanaba buena onda, siempre predispuesto para la risa. Pero por sobre todo un hermano que leía estas historietas y las amaba.
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